Había una vez, hace mucho tiempo, en un pueblo donde siempre llovía, una niña de 10 años llamada Aiora.
A ella le gustaba muchísimo la música y de mayor quería ser violinista, pero en su pueblo no había academias ni escuelas de música así que decidió comprarse un violín y aprender por su cuenta.
Cuanto tuvo el dinero ahorrado, se lo compró y cuando empezó a tocar, todo el pueblo quería escucharla.
A los 24 años, se tuvo que irse del pueblo porque allí no encontró el oficio de música, así que se fue a la gran ciudad. Allí tocó el violín en una academia de ballet y cuando tocaba hechizaba a los zapatos de las bailarinas y ellas bailaban como nunca.
Después de unos años, la academia se convirtió en la más famosa del mundo entero y Aiora recibió muchos premios.
Cuando Aiora se jubiló, la academia dejó de ser lo que era antes, pero Aiora siguió tocando y consiguió montar en muchos pueblos una academia de música para que todos los niños y niñas pudieran estudiar música desde pequeños.
Aiora tardó mucho en morirse porque, según dicen, el espíritu joven que había creado la música dentro de ella la mantuvo sana y fuerte hasta el último de sus días.
Leire L.