El domingo por la tarde fui a visitar con mi familia una réplica de la Nao Santa María.
Cuando llegamos, estaba llena de gente y tuvimos que hacer cola. Para entrar en el barco tenían que marcarte con un cuño.
Cuando entramos, el barco estaba lleno de gente, y casi ni se podía caminar. En la nao te dejaban ir a la despensa, ver el camarote del capitán, ver dónde dormían los marineros, mirar donde comían y subir a la proa.
En el barco vimos a Belén, que también estaba visitándolo. Nosotros primero vimos la parte que estaba por fuera del barco. En la parte de fuera, dormían los marineros, y si había tormenta, arriaban las velas, y se iban a dormir a la despensa.
Yo creo que la tripulación la formaban un total de treinta marineros, porque cuando vimos el barco, era mucho más pequeño de lo que nos imaginábamos.
En la parte de arriba, al lado de donde dormían los marineros, estaba lo que sería la cocina. Después fuimos a ver el camarote del capitán, pero no nos dejaron entrar, así que solo nos pudimos asomar. El capitán, en este caso Cristóbal Colón, tenía mucha suerte, porque dormía en una cama mientras los marineros dormían en el suelo de la cubierta.
Más tarde, bajamos a la despensa. La despensa era un sitio oscuro donde había mucha humedad y olía fatal. La comida que tomaban mientras navegaban, consistía prácticamente en frutos secos, carne y pescado salado, bizcocho y fruta.
Por último, subimos a la proa. En la proa estaba el timón. El timón, era como un palo largo que se movía hacia los lados.
La proa era un espacio pequeño donde la madera resbalaba mucho. Además, la proa estaba inclinada, y te daba la sensación de que te ibas a caer.
¡ESE DÍA ME LO PASÉ GENIAL!
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Carla M.
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